¿Te has preguntado por qué a veces recuerdas con claridad una escena y, en cambio, otra que viviste parece desaparecer? Investigadores del Merrimack College (Estados Unidos) han descubierto que un factor clave no es cuánto dormimos ni cuán intensa fue la emoción, sino algo aún más sencillo: la instrucción consciente que tu cerebro recibe sobre recordar o olvidar.
En el estudio, a un grupo de personas se les mostraron palabras, algunas con carga emocional negativa, otras neutras, y se les indicó explícitamente que recordaran unas y olvidaran otras. Los resultados mostraron que las palabras a las que se les había dado la orden de recordar eran significativamente más retenidas que aquellas simplemente impregnadas de emoción.
Lo interesante es que el sueño, ese aspecto que suele considerarse clave para la memoria, no fue tan decisivo como se esperaba: dormir bien no cambió sustancialmente la capacidad de recuerdo en este experimento.
Según la autora principal, la doctora Laura Kurdziel, “tenemos más control sobre nuestros recuerdos de lo que solemos creer”. El mecanismo sugerido es que cuando decides enfocarte en algo (o en no enfocarte), tu mente asigna lo que vale la pena conservar y lo relevante, mientras que lo que es irrelevante queda debilitado.
¿Qué podemos aprender de esto?
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No es solo lo que sentimos o lo que vivimos, sino también cómo decidimos atenderlo lo que influye en si queda en nuestra memoria.
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Practicar la atención deliberada, por ejemplo, decirte mentalmente “esto es importante” o “quiero recordarlo”, puede marcar la diferencia.
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Más que intentar vivir con emociones fuertes o depender solo del sueño, vale la pena cultivar el hábito de hacer consciente lo que queremos guardar.
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En la práctica diaria: detenerse unos segundos, respirar, observar lo que sucede, y decidir “quiero recordar esto" puede facilitar que ese momento nos acompañe más tiempo.
Puedes leer la nota completa aquí (fuente infosalus.com)
En Lis Tamente creemos que la memoria no es un cajón pasivo donde todo entra y sale al azar: es una herramienta activa que podemos afinar. Te invitamos a hacer este pequeño ejercicio hoy: al final del día, recuerda una cosa buena que hiciste, sentiste o viviste, y repítela mentalmente: “esto lo quiero conservar”. Verás cómo, con el tiempo, esa práctica simple transforma tu forma de recordar.
